Dios Santo,
Poderoso, Inmenso, desde el trono de vuestra Majestad dirige una mirada
compasiva a este gusano de la tierra que postrado y lloroso demanda tu
clemencia: Santo, Santo, Santo es el Señor, Dios de los ejércitos, llenos están
los cielos y la tierra de tu gloria, y en medio de tanta grandeza ¿escucharás
mis gemidos?, Sí, porque sólo Tú eres mi Dios y porque así al proclamar Dios
Padre, Dios hijo y Dios Espíritu Santo, en ti pongo mi fe, confieso mi
redención y espero el cumplimiento de tu palabra.
¡Con cuánta
ternura, Señor, repetiré: Santo, Santo, Santo!, mi corazón se dilata y siente
un regocijo extraordinario, mi fe aumenta de tal manera que estoy seguro y
cierto de que hoy seré feliz, pues mi lengua y mis labios han pronunciado
constantemente: Santo, Santo, Santo; la peste no emponzoñará mi pobre aliento,
la desnudez, la miseria y el hambre no llegarán a mis puertas; el rayo no caerá
sobre mi cabeza; el huracán, la centella, el temblor y el incendio me
respetarán, y mis enemigos temblarán en mi presencia, pues verán en mi frente
el auxilio divino; mi lengua y mis labios, que te han alabado, estarán
tranquilos, en mi corazón reinará la paz, la resignación y la conformidad en
todo con tu suprema voluntad. En mis enfermedades, en mis penas, en mis
angustias, en mis condolencias, siempre repetiré Santo, Santo, Santo, este
dulce nombre será mi escudo.
Dios mío ten piedad
de mí, de todos los míos, sé mi amparo y concédeme que no se separe de mis
labios vuestra alabanza; y que si hoy fuese llamado a juicio, tenga en mi favor
haber repetido constantemente: Santo, Santo, Santo, es el Señor Dios de los
ejércitos, llenos están los cielos y la tierra de tu gloria.
Santo Dios, Santo
Fuerte, Santo Inmortal, líbrame Señor de todo mal, de vivir y morir en pecado
mortal.
Santo Dios, Santo
Fuerte, Santo Inmortal, líbrame Señor de todo mal, de vivir y morir en pecado
mortal.
Santo Dios, Santo
Fuerte, Santo Inmortal, líbrame Señor de todo mal, de vivir y morir en pecado
mortal.
Amén.